X

Después de leer a Mariana Enríquez descubro el valor de compartir lo que unx escribe aunque ya no nos guste del todo, ya que le pertenece a esa de versión de quienes éramos del pasado. Aquí algunas relatos de hace miles de años, digámoslo así, de cuando comenzaba.

¡Necesito más ingreso por favor! (2011)

I

Conrado y Clemente llegaron de la Ciudad de Guadalajara, les rento este cuarto porque con lo que me pagan en la agencia ya no me alcanza. Con lo que me darán del depósito mañana mismo pagaré el agua, antes de que me corten el servicio. La última vez que me quedé sin agua me tuve que estar duchando en el baño de la oficina, es una casa vieja que adecuamos para prostituir nuestros cuerpos y mentes para que marcas, productos, y personas, entre otras cosas inimaginables, se den a conocer y “vendan más”, al menos eso piensan los clientes “te contrato para vender más” se quedaron con la idea de que “el que no se anuncia, no vende”, Mentira. Yo solo doy a conocer productos… Una vez que terminé de comentarles a qué me dedico (políticamente correcto) les pregunté a los chavos a qué se dedicaban, y por qué se quisieron venir a la Ciudad de México. (En la mañana que los conocí me habían comentado que estaban estudiando). Me repitieron que venían a estudiar a la UNAM, Clemente a artes plásticas y Conrado a una ingeniería (nunca recuerdo cuál), se mostraron muy callados, medio tímidos. Les dije las reglas de la casa: cerrar bien con llave, mantener limpias y ordenadas las áreas comunes; el día en que me estarán pagando la renta, detalles… No traían mucho equipaje, y que bueno, de lo contrario no caben en la habitación, los dejé para que se instalaran.

          Llevaba un mes de haber puesto en renta la habitación, ya había venido gente a verla, pero como el cuarto es pequeño (yo lo utilizaba como estudio) no se animaban, además se tiene que compartir el baño (la ventaja del baño es que es muy amplio, además tiene tina y dos puertas que dan a cada una de las habitaciones). La última semana para mejorar mi oferta lo que hice fue medio amueblarla: me traje mi cama vieja de la casa de mi mamá, le puse un escritorio usado que traje de la oficina, y finalmente colgué un cuadro que tenía de Miró (obvio una réplica), y así fue más fácil. Como son dos los inquilinos, les prestaré un colchón inflable (muy malo, por cierto, yo preferiría dormir en el piso) mientras ellos se compran una cama extra.

          Estaba sentado en mi sofá-cama (que fue comprado en los buenos tiempos de prosperidad publicitaria) viendo muy a gusto los Simpson (el capítulo de cuando Homero lleva a vivir a su casa a Cooder y Spud, padre e hijo, que solían trabajar en la feria, pero por la culpa de Homero pierden su trabajo. Una vez en la casa, los nuevos inquilinos engañan a Homero y le regalan unos boletos para un paseo en lancha con fondo de cristal y cuando todos los Simpson regresan del paseo los inquilinos ya se habían apropiado de la casa). Muchas ideas comenzaron a pasar por mi mente sobre la cuestión de meter a dos desconocidos a mi casa. Cuando Clemente bajó y me preguntó donde podían comprar comida, le dije que si tenían hambre podían comer de lo que yo había preparado en la tarde, muy pocas veces cocino, generalmente lo hago cuando estoy hasta la madre de mis clientes, cocinar me pone de buenas (además gasto menos si como en casa y me llevo comida a la oficina), o bien los podía llevar a unos tacos bien buenos para que aprendieran a comer como chilangos. Clemente le comentó a Conrado sobre la propuesta de ir por tacos y los dos aceptaron (despreciaron mi caldo de res, me dijeron que ellos le dicen cocido y además le ponen col, ¿Col?). Agradecí que hayan aceptado salir a cenar para saber más de mis nuevos inquilinos (de quedarnos habrían seguido en su mutismo encerrados en el cuarto). Antes de salir les dije que me dieran sus nombres completos y un teléfono para emergencias (sugerí el de sus padres, lógico), les llevé una libreta, Conrado la tomó… Conrado Romo Jáuregui, 0133 36515759, titubeó un momento para seguir escribiendo (a lo mejor estoy exagerando) y continuó: Clemente Jáuregui Gómez (¡Que amable de Conrado escribir el nombre de su amigo!). Me regresó la libreta, es el teléfono de mi mamá, dijo. Observé las anotaciones, ¿Cómo se llama tu mamá?, Beatriz, contestó. Perfecto, deja lo escribo. Le pasé la libreta a Clemente y él escribió el número de su papá. Revisé el número y conté las cifras para verificar que fuera un número verdadero. Me pareció bien. ¿Son familiares?, ¿nosotros? preguntó Clemente, ¿pues quien más baboso? pensé para mis adentros, no, no somos nada, en Guadalajara es muy común el Jáuregui. Yo también escribí mi nombre completo y el nombre de mi mamá y el teléfono de su casa. Les dije que la hoja la pondríamos en la mesita del teléfono.

          Ellos pagaron los tacos, me platicaron que no les gusta Guadalajara, y que por eso estaban contentos de venir a vivir aquí, a pesar de que “les sacan a los chilangos”; les dijeron que nosotros somos unos abusadores y que disfrutamos de estafar a gente fuereña, Clemente me dijo: DF significa Defiéndete Fuereño. Lo desmentí. Les gustaron mucho los tacos, lo mejor es que están abiertos como hasta las cuatro de la madrugada, les dije. Clemente me platicó que su mamá es doctora, y trabaja en el Hospital Civil. Conrado me dijo que también su papá es doctor y de hecho sus padres se conocen y trabajan juntos (¡Huy! les dije de broma). ¿Y ustedes de dónde se conocen? Me dijeron que habían estudiado en las mismas escuelas desde la primaria hasta la preparatoria. En el colegio “República Mexicana” (que por cierto es religioso) y luego los dos estudiaron en una prepa de la Universidad de Guadalajara, que es como una prepa de la UNAM. Les platiqué que yo estudié en la Prepa 4 de la UNAM, y que tuve suerte porque un año después comenzó la huelga del Mosh, no debí haber interrumpido la plática con mi intervención porque ellos focalizaron (de nuevo) la conversación sobre mí, (por lo menos me quedé tranquilo al saber más de ellos, y ya se que sí tienen ingresos en su casa para pagarme la renta y, sobre todo, se ven de confianza). Les platiqué de la cuenta que llevo en la agencia, es el aeropuerto internacional de Cancún, por lo que estaré viajando en los próximos meses al caribe mexicano (para farolear, no era un hecho). Es lo único bueno que ha caído en la agencia desde hace años… (creo que no debí haber contado eso, ¡ya sabrán éstos que habrá días que tendrán la casa sola! Pero siempre reacciono media hora tarde, al igual que en la chamba).

          Los primeros días fueron de reacomodo. No tuve problemas con ellos hasta la segunda semana. Llegué fastidiado del trabajo (sucedió que el pendejo de mi jefe –Alejandro- me quiere quitar mi propia cuenta que conseguí con mucho esfuerzo, y me quiere quitar mi cliente para llevarlo él, y con eso no me pagará mi parte proporcional, ¡bien que sabe que es un buen varo! ¡Maldito!) vi que estaban en el patio-terraza (es el techo del primer piso, y donde tengo mis plantas). Me salí a fumar con ellos y vi que Conrado estaba tomando café en mi taza favorita (la de los gatos), nadie toma en mi taza, pero la culpa fue mía por no advertirle y prohibírselo, pero eso no fue lo peor, la taza estaba en la orillita del barandal, en cualquier momento se pudo haber caído, la tomé y se la di, oye no la pongas así, se puede caer. En el silencio producido por mi reclamo me quedé observándolos, como en un focus group. Conrado es moreno, sus ojos son muy obscuros, igual que Clemente, pero Clemente es de tez clara, hasta hoy reparé en verles la complexión física, los dos son diferentes, Clemente es más delgado y alto, y Conrado un poco más robusto y bajito; Sin embargo, tienen la misma mirada. Está bien bonita tu taza, me dijo. Sí, es mi favorita, por eso quiero que la cuides y no la dejes en el pinche barandal. Seguía un poco molesto. Les platiqué lo que quería hacerme el pendejo de mi jefe (como un lubricante social a lo sucedido con la taza), por eso estoy de malas, les dije. Que mala onda, ya no vas a ir a Cancún, me dijeron. Seguimos intercambiando información y me di cuenta de que dicen chanza en vez de chance. Y volví a ser yo el tema de conversación…

          Estudié en FES Acatlán, viví al norte de la ciudad con mi mamá, pero cuando acabé la carrera decidí venirme a vivir al sur y rentar esta casa. Al principio fue un poco difícil, no tenía nada, cada fin de semana me robaba cosas de la casa de mi mamá; estaba trabajando con un maestro en su agencia, pero me negreaba, de hecho negreaba a todos sus colaboradores, y uno de estudiante o recién egresado, como pendejo, te mueres de ganas por dedicarte a hacer lo que más te gusta, y con lo que te pagan, poco o nada, te parece suficiente. Así estuve varios meses (de hecho, un año) medio pagando esta casa, hasta que tres amigos y yo decidimos independizarnos y poner nuestra agencia, al fin y al cabo, nosotros hacíamos todo. El maestro Escobedo se encabronó con nosotros al enterarse, nos dijo mal agradecidos y maldijo nuestra nueva agencia. El que tenía más cayo es Alejandro y nos supo organizar bien y conseguir buenas cuentas, pero siendo discípulo de Escobedo tarde o temprano sacó el cobre, como ahora que el cabrón me quiere quitar mi cliente para no pagarme lo que me corresponde, ¡si de por sí con lo que me paga ya no me alcanza! Los primeros años fueron muy buenos, pero como toda empresa, al momento de crecer muchas cosas se van al carajo.

II

Carmen maneja como cafre y demasiado rápido, lo único bueno es que jamás ha tenido accidentes y tiene buenos reflejos, de cualquier manera, siempre me da miedo ir con ella en coche mientras maneja. ¿Cómo te ha ido con tus inquilinos? me preguntó de camino a la cita con el encargado de Mercadotecnia de Quentucky, bien, le dije, hasta ahora sin ninguna anomalía, casi no he estado en la casa (y se me hace curioso porque justo llegaron los güeyes y comenzó a haber más chamba), pero todo tranquilo, la semana pasada hice un rol de limpieza para la casa y no se opusieron, es que ya llevaba varios días el baño sucio y pues ¿A qué hora lo limpio, verdad? ya que tu querido Alejandro ahora sí que está haciendo crecer la empresa, nos duplica el trabajo con el mismo sueldo ¡trabajar en el mismo tiempo lo doble de proyectos! Carmen solo se reía, a ti te ha ido bien, mira hasta nave tienes, le reclamé… Deberíamos irnos de pinta después de la cita, me propuso Carmen y me fue irresistible negarme. Hace mucho que no tomaba un buen whisky por gusto, sino como medida de desestrés laboral.Carmen y yo comenzamos juntos en la publicidad (en la agencia de Escobedo), y a pesar de las broncas dentro y fuera del trabajo seguimos siendo tan amigos como cuando nos conocimos (en los billares de Sotelo, ella también es de Acatlán). Es bueno tener amigos cercanos y verdaderos en este medio, y más, cuando de corazón te invitan los tragos.

          El siguiente percance con mis inquilinos fue al segundo mes de su llegada. Llegué hasta las dos de la madrugada a la casa, pinche cliente pendejo de Quentucky, ¡pinches pollos del asco! me hizo perder toda la noche. Llegué y otro dolor de cabeza me esperaba. Los dos cabrones no habían lavado sus trastes desde hace como cinco días. ¡Puta madre! Me encabrona, no puedo ni lavarme las manos, ni lavar un solo plato: cinco días seguidos he visto mi taza de gatos en el fregadero. Les dejé una nota: Por favor NUNCA dejen trastes sucios. Cené queso manchego con ate de membrillo, ¡chale, ya no tenía comida! (después me dijo Clemente que en Guadalajara le dicen cajeta al ate, ¿cajeta?). Subí hacia mi habitación y al pasar por la puerta de su cuarto, escuché unos gemidos con connotaciones sexuales. ¡¿Qué?! Me dije, comencé a acercarme con una firme intención de espiar, pero de repente recapacité, sentí temor a ser descubierto, y me fui derecho a mi habitación. ¡Cabrones!, me dije, ¡Ni los trastes saben lavar! Pero, si apenas compraron la otra cama, ¡Vaya que querían estrenar el colchón! ¿A qué viejas o gÜeyes habrán metido a su cuarto? ¡A mi casa!, mientras me lavaba los dientes pensé que sería muy loco que hubieran tenido una cita doble (como una que yo tuve con Carmen), pensé que probablemente sólo uno de los dos se estuviera divirtiendo, ¿Quién será, Clemente o Conrado? Fui al patio-terraza, con un sentimiento morboso, a ver si resolvía mi duda, pero no había nadie. Algunas veces se quedan hasta muy noche pisteando o al menos alguno de los dos (generalmente digo chupando o tomando, pero ellos dicen pisteando y ya lo adopté), hasta compraron unas sillas para sentarse en el patio-terraza muy cómodas (las mías parecen de cantina). Al siguiente día me tendría que levantar temprano para ir a trabajar (5 a eme) y no podría saber la identidad de lxs chicxs ¡Qué coraje! Algunas veces me gustaría dejar este trabajo, conseguirme una novia y disfrutar como lo hacían mis inquilinos, la simple idea, y al imaginármelo, me hizo sonreír. A veces siento que ya no doy una, ¿Tendré que decirles algo mañana a los chavos respecto a lo que escuché hoy? Antes de pensar la respuesta ya estaba dormido.

          Regresé del trabajo justo para ver los Simpson, antes pasé por una buena botella de whisky Justerini & Brooks; no es que haya terminado con mis proyectos pendientes, realmente me estaba evadiendo y me salí de pinta del trabajo: Alejandro me había quitado la cuenta del Aeropuerto para llevarla él mismo. Como de costumbre me senté en mi sofá-cama, vaso de whisky en mano, vi un capítulo de mis favoritos: Historia aparentemente sin final, donde Lisa le cuenta a Homero una historia, que se la contó el Sr. Burns, y que es contada por el mismo Burns, pero que, a su vez comienza a contar otra historia, que tiene que ver con Moe, y Moe continúa la historia, una historia dentro de otra. Así, como puesta en abismo, termina con que todas las historias eran una explicación de porqué Bart no había estudiado para su examen de Geografía. Me divertí tanto que por instante dejé de pensar en mis clientes, en Alejandro y en mis inquilinos, me sentí niño otra vez, como cuando veía los capítulos por las noches en la cocina de mi mamá, ya no me enojé que siguieran ahí los trastes sucios de cinco o seis días. Subí a tocarles la puerta a los chavos para que me dieran la renta y se tardaron años en abrir, salieron los dos. ¿Ya cenaron? (no puedo dejar de ser políticamente correcto, así es el medio y siempre he sido acomedido), ya, ya cenamos muchas gracias. Nos quedamos dormidos, no escuchábamos ¿llevas mucho tiempo tocando? / ¿Están bien desvelados verdad?, dije (anoche otra vez escuché desmadre con tintes amorosos dentro de la habitación). Sí, me contestó Conrado, comienzan los primeros exámenes… ¡Ajá! me dije para mis adentros, y yo me chupo el dedo. Me pagaron la renta, ¡segundo mes de compartir mi casa! Mientras platicamos se pusieron a lavar todos los trastes, charlamos a gusto, me dijeron cómo les estaba yendo en sus clases, me preguntaron de bares cercanos, dónde comprar papelería, cuáles centros comerciales estaban chingones, dónde comprar despensa y como buen ahorrador que soy (que en ese momento así me consideraba por mi economía) les di santo y seña de donde comprar más económico y les reiteré: no les de pena preguntar cuál es el más barato y de mejor calidad. Yo privilegio la calidad. Recordé mis tiempos mozos de estudiante. Como estábamos muy de buenas me animé a decirles lo de los trastes sucios: les dejé una nota. No la vimos, ¡pues qué querían que les hiciera un cartel chingón de colorcitos! (lo pensé, pero no lo dije) les quiero pedir por el bien de los tres que usamos todo en la casa, no dejen trastes sucios, ¿va?, Está bien, dijeron ellos. Es que por los exámenes y la falta de tiempo no lo hicimos, ¡Ah, sí, aquí está la nota! Dijo Clemente, le pusimos más trastes sucios arriba y ni la vimos… Seguimos platicando: ¿Dónde podemos lavar nuestra ropa? Se me ocurrió que podían llevarla a casa de mi mamá como yo hago, y de ahí sacarles una lanita. Pero después pensé en el transporte ¿Cómo le hago para llevarme su ropa? y hasta ahí llegó mi idea, recordé que mi mamá me había pedido venir a la casa a conocer a mis inquilinos (como buena madre mexicana quería seguir cuidando a su nene de 30 años) pero como tengo tanto trabajo mejor le dije que nos invitara a comer y así quedó. Hay una lavandería como a cuatro cuadras sobre Platón ¿Qué van a hacer el siguiente fin de semana?, nada, los invito a casa de mi mamá para que conozcan el norte, aceptaron. Clemente terminó de lavar los trastes, se fueron a su habitación, yo me quedé viendo más capítulos de los Simpson. Más tarde subí a mi cuarto y me encontré el libro que me regaló Carmen: Poemínimos de Efraín Huerta, me quedé leyendo las ingeniosas composiciones, hace muchos meses que no me daba ni una hora para leer (ni mis revistas de diseño, de arte o de bares), me desvelé y valió mucho la pena. Recordé que cuando entré a la agencia le hice muchos años a copy (Incluso con Escobedo), elaboré un chingo de cosas brillantes, slogans, jingles, logos, espectaculares, vallas, copys bastante novedosos, nombres de productos, hasta bauticé empresas, los miles de visiones, misiones y filosofías de empresas que inventé (claro, en base a lo que decían), los videos comerciales, cárteles ¿Les dije que gané un concurso de cartel nacional? ¿Sería tiempo de elaborar un portafolio y comenzar a tocar puertas de otras agencias?, quisiera un pinche respiro, no podía dejar de pensar en mis años trabajando hombro a hombro con mis amigos, aquí en mi misma casa, en la habitación que ahora ocupan Conrado y Clemente, ¡tantas veces nos desvelamos y sacamos cosas tan chidas Alejandro, Carmen y yo! Y véanos ahora… me quedé dormido, y hasta en mis sueños seguí recordando con dejos de nostalgia lo que ya no podía ser.

III

Salí extremadamente tarde de la oficina, pero fue mi culpa, no mandé a imprimir unos carteles para una Organización Civil que recaudan dinero para poner computadoras en escuelas públicas (además se me juntaron pendientes por mis salidas de pinta con Carmen). Me retrasé toda la tarde con mis otros pendientes y el relacionista de esta Organización —Manu— estuvo chingando toda la tarde: mails, llamadas, mensajitos, tweets, mensajes por Facebook. Moraleja: jamás establezcas tantos vínculos con los clientes, pero Manu no sólo es mi cliente, es también mi amigo.

          Conocí a Manu personalmente hace algunos años en una Navidad, él trabajaba para Toshiba, nosotros aún estábamos con Escobedo. Nos invitaron a su festejo navideño, en el cual, ahora que recuerdo, Manu se ganó una computadora (que más tarde regaló a su novio), él era asistente de quién en ese entonces llevaba las relaciones públicas de la empresa y nosotros les habíamos hecho una pequeña campaña. Cuando Manu se cambió de trabajo nos consiguió la cuenta de su nueva chamba y seguimos trabajando en conjunto (ya con nuestra propia agencia). En algún tiempo fue muy amigo de Carmen (más que mío), y Carmen, como buena amiga, me contaba todo de él, aunque hoy en día por mi propia cuenta constato lo buena persona que es. Antes de que yo conociera más sobre su vida, Carmen me contó que había iniciado desde muy abajo vendiendo boletos de juegos mecánicos que su familia tenía en las ferias itinerantes de Morelos. En una ocasión fui yo solo a su departamento, me la pasé muy bien, y cuando ya estábamos muy tomados me enseñó una fotografía extraordinaria, la escena era de noche, en primer plano, estaba un joven de unos doce años con el cabello color anaranjado y peinado como si le acabara de explotar el boiler, muy a la goku, resaltaban sus ojos profundos y una cálida y humilde sonrisa, en la mano tenía los boletos de la entrada al juego mecánico “patines voladores”, su pantalón era de pana negra, muy decolorado por el uso, la camisa era de seda roja y al frente un chaleco negro; todo el vestuario muy ajustado. De fondo se apreciaba el gran juego lleno de luces, gente esperando en los asientos con forma de tenis, zapato o patín a que iniciara el juego con gran velocidad. ¿Quién es?, le pregunté. Soy yo a mis quince, me dijo con un tono extremadamente humilde. ¡No lo podía creer!, exclame de sorpresa ¡¿De verdad eres tú?!, pues sí, no puedo negar mi pasado, dijo él. Cuando le conté a Carmen lo de la fotografía de Manu, estuvo sentida, me tuvo más confianza a mí que a ella para enseñarme algo tan recóndito e inimaginable de su vida. La historia de la vida de Manu es curiosa, Carmen lo conoció cuando estudiaba Mercadotecnia en la universidad Anáhuac, tenía beca, pero en la universidad lo negreaban con el servicio becario, tenía que trabajar ahí mismo para pagar su porcentaje de beca. Hubo un evento de Tequila Cuervo en esa universidad y Carmen llevaba esa cuenta, así que se apersonó al evento y así conoció a Manu. En aquel entonces se parecía más al Manu de hoy que al Manu que vendía boletos en la feria. Se hicieron amigos y Manu le pidió a Carmen si le podía conseguir trabajo, ella dijo que sí, y poco después Manu ya estaba en Toshiba. Comenzó a pagar él sólo la universidad para que no lo negrearan los padrecitos, pero de un día para otro dejó la empresa y se fue a vivir con un tío desconocido. Seguíamos conviviendo con él y constatamos que le estaba yendo de maravilla, se daba una vida holgada y con lujos, pagaba la colegiatura completa, usaba sus trajes Massimo Dutti, camisas con mancuernillas (generalmente de plata), un reloj Patek Philippe, traía un Jetta del año y muy bonito y hasta se le olvidó lo del cabello anaranjado. Carmen siempre ha tenido un sentido peculiar para saber ver en los ojos de las personas sus experiencias amorosas, y desde que lo conoció, supo que en su vida había muchas decepciones con hombres mayores. Un buen día Carmen lo confrontó y él confesó que con quien vivía no era su tío sino su pareja, un ingeniero exitoso que se encargaba de recursos humanos en una trasnacional de Santa Fe y que se había enamorado perdidamente de él y, efectivamente, la historia se repetiría. Tiempo después él acabó decepcionado de su “Inge precioso” como le decía, y se separaron. Manu acabó la universidad y entró a trabajar a la ONG que les platiqué, ahora seguimos siendo colegas en el medio.

          Al salir de la oficina Carmen me estaba esperando para darme aventón a mi casa: ¿Qué onda? ¿Nos vamos a pistear a algún lado? o a la casa. Mejor a tu casa, decidió Carmen. Estaba un poco sería. Fíjate que Alejandro me pasó la cuenta del Aeropuerto de Cancún, me dijo que ya no le alcanzaba el tiempo para llevarla él, entrelíneas agregó: y no quiere que tú la lleves. ¡Pinche hijo de puta!, me encabroné, jamás pensé que me hiciera esto. Pensé que él la llevaría. A mí hasta raro se me hizo y le pregunté: ¿Qué no era la cuenta de Andrés? ¿Por qué quieres que yo la lleve? y ya sabes como es Alejandro, me echó un choro mareador, comentó Carmen. Desde hace varios meses Alejandro comenzó a manejar la privacidad en la asignación en las cuentas (y en los salarios) —algo bien estúpido—, pero si alguien consigue el cliente, se lo queda y nadie más te lo puede quitar, eso lo sabemos todos. Carmen me reiteró un millón de veces que se negó a llevar la cuenta. Pasamos por dos botellas de Buchanans al Oxxo (Dios bendiga estos negocios, me dijo Carmen, sí, le contesté, hasta ganas de ser sus publicistas sin cobrarles, ¡Ah no! Eso no, dijo ella). Al llegar a la casa estaban Conrado y Clemente, les presenté a Carmen, les invité del pisto y comenzó la fiesta: ¡y a chingar a su madre la agencia! Me divertí con mis inquilinos y ni que decir de Carmen, pero terminé tan briago que no recuerdo bien hasta a qué hora nos subimos a dormir, ¿Te imaginas que alguien pueda viajar en el tiempo y cambiar la forma en que pensamos? ¿Influenciar lo que decidimos sin darnos cuenta?, Imagínate a lo mejor que justo ayer teníamos una lengua bífida y hoy no lo recordemos, o por el contrario hoy tenemos nuestras ricas lenguas y que tal si mañana tenemos una lengua bífida, y no recordemos nada. ¿Quieres otro trago?, que tal si la historia se estuviera reescribiendo a favor de unos cuantos que quieren totalizar todo en el mundo y el mundo fuera diferente a como realmente creemos que es, como en 1984 interrumpió Carmen a Conrado, sí, pero con viajes en el tiempo, dijo Clemente. Ponte unas canciones de Amanditititita, mi gusto culposo. Imagínate que existiera una única agencia de publicidad global o que existiera una policía publicitaria que regulara los colores y las formas… (Eso sí era una estupidez, me acordé del director de arte de Escobedo) yo les expliqué mi visión de que el hombre es nómada por naturaleza, sí otro trago está bien, y que por eso tenemos piernas para desplazarnos y mientras estemos en movimiento mejor nos sentiremos, así son nuestras vidas, así es mi vida, no me gusta estar mucho tiempo en el mismo lugar y con las mismas personas, a lo mejor por eso me siento ya hasta la madre en la agencia. No te creo Andrés, pero qué pasó con la música. Ahora unas clásicas de Panteón Rococó y sobre todo Café Tacuba. ¿A quién le creemos las netas de la vida?, a nadie Andrés, a nadie, la realidad es solo una convencionalidad que nos rodea, comentó Carmen. Vagamos de unas ideas concretas a experiencias personales como las mías o las de Carmen, ella nos contó cuando conoció a su primer novio, escuchábamos Empire of the sun. Carmen iba a una olimpiada nacional, estaba en el camión y le urgía ir al baño, se paró de prisa y caminó hacia al fondo del pasillo, abrió la puerta del sanitario y su futuro novio se encontraba masturbándose, después en las competencias se reencontraron y fue difícil que él se olvidara de ella.

          Esa noche de fiesta quedamos en que Carmen me regresaría a mi cliente a pesar de Alejandro, de lo contrario ella y yo renunciaríamos y pondríamos nuestra propia agencia, hasta le pusimos nombre, ¿Murakami Design? (En honor a Murakami que tanto Carmen como yo  queremos mucho), más original y serio que el nombre de agencia que escuchamos en una ocasión “La mamá de Tarzán”, cuando de la agencia llamaban a los clientes y estos preguntaban el clásico “de parte de quién” ellos decían: de parte de la mamá de Tarzán, divagamos y no recuerdo bien qué más dijimos, lo que sí recuerdo es un detalle, cuando Carmen subió a cambiarse (siempre que viene a mi casa le presto playeras para que esté cómoda) se fue la luz y gritamos, tardó unos minutos en regresar, no se veía nada, y cuando la luz volvió pude ver que Clemente y Conrado se separaron en chinga, se estaban cuchicheando seguramente sobre nuestro estado de borrachez, ¡hay sí, hay sí, ni que ustedes no se hayan puestos borrachos!, les dije. Antes de quedarme perdidamente dormido abrazando a Carmen, quedamos en platicar al siguiente día cómo joder a nuestro jefe con la cuenta del aeropuerto internacional de Cancún.

IV

Esperanza se llama mi madre. Nació y creció en Guanajuato con unas monjas que le abrían su correspondencia y que le enseñaron los mejores castigos para educar, ella no deja que se pierdan esas bonitas tradiciones, y con los años las fue mejorando conmigo, su conejillo de indias. Recuerdo que un día me mandó por las tortillas, y de camino no pude resistirme a realizar una escala técnica en las maquinitas de street fighter, me tardé, pero regresé con el mandado, era tal su enojó que se quitó su zapato y con él me pegó en la cara, toda la forma del calzado se quedó marcado en mi rostro y en mi mente, a pesar de éste y otros pequeños incidentes, la amo y nos llevamos muy bien, yo por supuesto me llevo mejor con ella fuera de su casa. No tuve hermanos así que todo su amor fue para mí. Mentira, eso lo digo para sentirme bien, siempre ha querido por igual a todos los seres humanos que estamos en su vida. Esa fue la razón, yo supongo, por la que se divorció de mi papá cuando yo entré al CCH, pero esa es otra historia.

          Carmen pasó a recogernos. Clemente, Conrado, Carmen y yo, llegamos a casa de mi mamá a las doce, generalmente acostumbro a ir por lo menos una vez a la semana, mi mamá ya conoce a Carmen, y moría de ganas de conocer a mis inquilinos. Le resultaron encantadores. Comimos chiles en nogada, son los chiles más ricos que he comido en toda mi vida, Conrado y Clemente platicaron que en Guadalajara no se acostumbran. En algún tiempo Carmen venía a la casa para que mi mamá le enseñara a cocinar, ellas siempre se han llevado bien, incluso fue a ella a quien mi madre le preguntó si yo seguía siendo virgen a los dieciséis, muy lamentablemente lo seguía siendo, pero Carmen se encargó que no siguiera en ese horrible estado, como quien dice me hizo un gran favor y me inició en los amores de la vida, pero obvio cada vez que mi mamá le preguntaba ella le decía que yo era virgen, hasta que un día yo mismo le dije a mi mamá que había mandado al diablo su moral, (ya les dije que creció con monjas) y que, felizmente ya no era quinto. Carmen me había iniciado y agradezco que haya sido con mi mejor amiga, no hay sexo más seguro que con los amigos porque todos sabemos con quién ya se metió, eso me dijo Carmen y me convenció. Lo nuestro, si así lo puedo llamar, duró muy poco, pero como amigos incondicionales siempre puedo contar con ella. Mi mamá, durante muchos años, me insistía en que cortejara a Carmen hasta que conoció a Marifer (mi ex) y cuando vio lo enamorado que estaba de ella desistió, pero a diferencia mía, mi madre jamás le ha perdonado a Marifer el haberme dejado después de cinco años de relación y más cuando “la desdichada”, palabras de mi madre, ya estaba pedida en matrimonio. Hasta la fecha no se qué fue lo que pasó con ella. También mi madre ha sido paño de lágrimas de Carmen, le da consejos e incluso hubo una temporada en que tuvo problemas en su casa (porque una de sus hermanas, Susana-mano-larga-manga-larga, le robaba cosas a ella y a sus demás hermanos, sobre todo dinero) y estuvo quedándose con nosotros, también hubieron ocasiones en que salían juntas a comer y me enteraba días después en la agencia, jamás sentí que me robara a mi mamá (me refiero a su cariño o a su tiempo), estoy acostumbrado a compartirla, había veces, de niño, que cuando me sentaba a comer estaba acompañado por desconocidos que acababan de conocer a mi mamá, me sorprende que nadie me haya robado o me hayan hecho algo malo. Dios es grande.

          Después de comer, y como es costumbre, no podía faltar la hora de las incomodidades, una vez instalados en la sala, me desaparecí dos minutos, no miento, únicamente dos minutos para ir al baño. Cuando regresé vi a Conrado que estaba viendo una foto mía desnudo de cuando tenía tres años, ¡Mamá! ¡por qué enseñas mis fotos!, ¡Qué tiene de malo!, se atrevió a decirme, y todos se rieron de mí. Carmen ya había visto todas mis fotografías desnudo y con ropa, pero no dejaba de divertiste con ellas, hasta sugería cuáles eran más cómicas. Mi mamá interrogó muy elegantemente a mis inquilinos, pero la información fue la misma, -estuve muy al pendiente- Amigos desde siempre, misma primaria, secundaria y preparatoria, deseo de venir a México a estudiar, conocer gente, el oficio de sus padres… lo curioso fue un comentario de mi madre, “Los dos se parecen, tienen un aire de familia”. No somos nada, dijeron y reiteraron lo común del apellido Jáuregui en Guadalajara. Mis inquilinos se divirtieron, mi mamá es amable, nos puso comida para la semana. Carmen nos regresó a la casa y se quedó a echarse un Johnnie Walker, platicamos de lo mucho que ella me apreciaba, y yo a ella, no por nada Carmen es de mi mayor confianza y con ella me he animado a realizar las cosas que por mí mismo no haría jamás.

          Al siguiente día Carmen me dijo que Clemente y Conrado se parecían mucho, (misma observación que les mencioné hizo mi madre), le dije que estaba bien ciega, ya ni la chingas Carmen, uno es negro y el otro blanco, ya sé pendejo, pero tienen un aire en común, sobre todo la mirada, los ojos, tienen un aire de familia (ya lo había notado). A mi se me hace que te los quieres tirar, le dije, son gays ¿no lo ves?, me respondió. ¡Qué! (Lo repetí tres veces) ¿de verdad tú crees?, claro y los dos, reiteró, y sí estaría muy divertido tirarme a los dos y al mismo tiempo, y no chingues Andrés ¡ya llevan viviendo cuatro meses y no te habías dado cuenta!, pues no, le contesté.

          Esa noche tomé el papel donde me habían escrito sus datos y comencé a indagar sobre ellos en Internet, aún hoy no se por qué de mi morbosidad, si en la agencia todos son gays y lesbianas (y en todo el medio publicitario comenzando con Manu), raro encontrarse con heterosexuales, los únicos en la oficina que medio nos salvamos somos Carmen y yo, digo “medio” porque hemos tenido nuestras canitas al aire precisamente en una cita doble… ¿Será el hecho de que viven conmigo lo que me causa intriga sobre sus vidas? Los dos tenían cuentas en el Facebook, pero solo pude ver las fotos de Clemente, me eché un clavado en sus fotografías, abrazando tapatías muy guapas, en su graduación de la preparatoria, en los quince años de su prima, en su viaje a Francia (no me había presumido) sólo en una foto lo vi con Conrado, los comentarios que les hacían giraban bajo el apodo de “los mellizos”. Carmen estaba conectada (siempre está conectada, no me explico cómo puede tener siempre su trabajo listo si todo el día se la pasa perdiendo el tiempo en las pinches “redes sociales”) le dije que me hiciera el paro y que le mandara la invitación a los dos para agregarlos (yo con tanto trabajo de las últimas semanas ni tiempo había tenido para meterme al Facebook y ni por mi mente me pasó agregarlos, suficiente vivir con ellos, pensé), le mandé a Carmen el link de la foto donde aparecían juntos, para incentivar la conversación entorno a ellos. Ya la había visto, y desde que llegaron a vivir contigo los tengo agregados, me dijo Carmen. ¡Pinche Carmen!, se cree muy lista. Suena el celular y es Carmen, ya ves te lo dije, ¿Qué?, hay una película argentina que se llama Plata quemada, basada en un libro de Ricardo Pligia, mal lograda pero eso no importa, los personajes principales son una pareja de ladrones que son gays y ¡son amantes! y ¿sabes cómo les decían?, no, no sé, no he visto la película, ¡Los mellizos!, ¿y eso qué?, le pregunté. Pues claro que sí son gays e incluso hasta son novios. Pues a ti nunca te ha fallado tu radar ni tu sexto sentido Carmen yo creo que, si ellos sí son gays, a ti sí te deben de gustan las mujeres sino, ¿Cómo sabrías quien es o no homosexual o lesbiana?, Carmen comenzó a reír, pues yo que tú Andrés comenzaría a dudar de mi radar, ¿por qué?, porque pensé que tu eras gay y fíjate me has decepcionado todos estos largos años, ¡mensa! me despedí y colgué el teléfono. Me fui a dormir pensando en lo que me dijo Carmen, pero si ya le calé y nada, después de lo que me pasó con Marifer (con la que me iba a casar) pensé seriamente dejar las mujeres y agarrar lo primero que me pasara enfrente, pero no fue mucho de mi interés ni de mi gusto, no hay nada como abrazar a una mujer y sentir cómo son sus pechos, sus caderas, sus labios, su forma de sentir… con las imágenes de Marifer me fui quedando dormido.

V

Alejandro ¿Tienes cinco minutos por favor?, nos lo agarramos en la sala de juntas, IPhone en mano haciéndonos la seña de que volviéramos más tarde. Hice uso de la seriedad y el enojo que se ha acumulado en mi, es urgente, le dije en voz baja y me salí. ¿Qué había pasado con Alejandro?, hace diez años era un joven emprendedor que le gustaba el arte, leía a los poetas malditos, Baudelaire era su favorito (sabía muy bien hablar francés, ahora solo lo usa para maldecirnos) antes lo único que quería era diseñar, fue mi mejor amigo durante muchos años y más cuando comenzamos con la agencia y cuando me iba a casar con Marifer, él iba a ser mi padrino, junto con Lorena su esposa, compartimos el sueño de comenzar una empresa y hacerla crecer, con dinero, sacrificios, horas y horas transcurridas… Pinche Alejandro de mierda, dije en voz alta, ¡ya cállate!, me interrumpió Carmen de golpe. ¿Lo vas a defender?, ¡No!, contestó ella, pero Andrés, solo te sigues martirizando, déjalo ir, aprende a mí, después de la cita con Quentucky me iré de pinta a Ogilvy a dejarle mi portafolio a Cantú. ¿Qué?, ¿y qué pasará conmigo?, ese no es mi problema Andrés. ¿Pero si yo solo sigo aquí por ti?, le dije, y un dejo de nostalgia atravesó mi alma, me di cuenta y fui consiente de mi situación, lo que duró un segundo, dentro de mí, ese segundo se multiplicó en ideas, reclamos, y tristezas. ¡Andrés te quedaste ido! dijo Carmen y me sacó de mi letargo, justo cuando Alejandro se dignó en atendernos. Entramos a la sala de juntas, Alejandro ya no era el que había conocido, él ya era otro y un segundo antes yo seguía siendo el mismo de hace diez años, pero ya no, ya nunca más. Carmen: Te queremos comentar lo de la cuenta del aeropuerto, el cliente me ha pedido que quiere que Andrés los atienda. Alejandro: ¿Así, y por qué a mí no me lo pidieron? Carmen: No lo sé, pero además es lo que procede, él consiguió la cuenta. Andrés: No te entiendo Alejandro, me quitaste la cuenta porque la querías llevar tú, y en cierta medida lo comprendo, cuando hemos tenido vacas gordas, dejamos que nos acompañes y estés al pendiente, pero hoy por hoy, no me quitas mi cuenta para dársela a Carmen, ¿por qué me mentiste? Alejandro: wWqkJEJLSosnwenfaq93nfc. Es difícil transcribir el diálogo de Alejandro por la simple razón que mi mente reprimió todas y cada una de las palabras que dijo, sólo quedó signos de difícil significado, el coraje me cerró al diálogo, sentí que Alejandro estaba hablando en un idioma inteligible, y el tiempo para mi se contrajo, como en un parpadeo: y sí discutimos, lo maldije, y también en un parpadeo me quedé desempleado, y triste. Sólo quiero que te quede claro que tú no me despediste, me largo porque no puedo trabajar con mediocres como tú, me voy porque quiero.

          Acompañé a Carmen a dejar su portafolio a tres agencias, en el camino de una a otra agencia me sentí triste pero firme ¿qué estaba pasando dentro de mí?, ¿cuáles han sido mis aciertos, mis errores?, ¡dime Carmen! Carmen manejó lento (a lo mejor porque me veía aún muy enojado). No te preocupes, tienes una muy buena trayectoria, verás que todas las agencias van a querer pelearse por ti, eso espero, le dije. Comencé a preocuparme por el dinero ¿Crees que me darán un finiquito? No lo creo Andrés, bien le dijiste a Alejandro que no necesitabas su dinero, además que tú renunciabas, él no te corría. Lo peor llegó cuando llegamos al Séptimo piso, ¿qué hacemos aquí? me quejé, pues es una agencia y vengo a dejar mi portafolio ¡burro!, sí ya se mensa, pero porqué en esta agencia, aquí trabaja Marifer, ¿y? me reto Carmen, bueno, yo no voy, yo aquí te espero. Me convenció de subir y sin darme cuenta, así tal cual como en un parpadeo (seguía ensimismado en mi tragedia) ya estaba sentado, en una mesa muy mona con una sombrilla en un restaurante argentino, buen vino y comiendo un rico corte de carne, acompañado de Carmen y Marifer (mi ex), sucedió que después de dejar el currículum, la chica de recepción que lo recibió le pasó el chisme a Marifer de que estábamos afuera, ella salió a saludarnos y fue inevitable aceptar su invitación a comer (aunque no me sentía bien, tenía que empezar a aprovechar las comidas invitadas). Estábamos platicando de los conocidos en el medio, que si ya había nacido el bebé de Lore, que por qué no fui a la boda de Claudia, que si ya me había enterado de que había renunciado Manu porque le ofrecieron una mejor chamba en sabe dónde, que si ya sabía que Alex había puesto su agencia, cosas realmente que carecen de interés. Y de repente, me puse a llorar, estaba de lo más tranquilo y atendiendo a la conversación, y de la nada comenzaron a salir mis lágrimas rebeldes, mis ojos se revelaron a mis fuerzas y lloraron a mares, no pude reprimirlo y no pude controlarlo, lloré como nunca lo había hecho, Carmen me intentaba de tranquilizar y Marifer me abrazó, le dejé la blusa empapada de lágrimas (incluso hasta mocos), en cinco años de relación que tuvimos de noviazgo jamás me había visto así, ¡que vergüenza!, ¡qué pena! Quisiera haber detenido el tiempo y ahorrarme ese pinche bochorno.

          Carmen me pasó a dejar a mi casa, la invité a quedarse, pero ya tenía compromiso que no podía cancelar. Fue hasta en la noche que mi botella de whisky Red Label me hizo serenarme de una vez por todas. No se bien a qué hora fue, porque estaba muy borracho, que me deslicé en el tiempo hacia el pasado, así como lo que habíamos platicado la otra noche con Clemente, Conrado y Carmen, viajar en el tiempo para cambiar la percepción de la gente sin que se den cuenta, me sentí sólo en mi casa recién estrenada (rentada) ocho años antes, entré al baño, me senté en el inodoro y me quedé un rato, había una revista Saber ver (esa edición estaba dedicada a la obra de Miró y con una fecha chiquitita que no supe distinguir pero seguramente era de los noventa). Me entretuve viendo la gama infinita del color azul, me levanté y las fronteras del tiempo seguían desdibujadas, quería ir a mi cuarto de estudio y leer los libros que me había regalado Carmen a través de tantos años de amistad, abrí la puerta y de sopetón me calló el presente y hasta la borrachera se me quitó, hice una cara de sorpresa (pero aún se me notaba lo borracho) alcancé a decir un simple perdón y en putiza cerré la puerta, fue corta mi interrupción pero lo vi todo, ni tiempo les di de separarse: Conrado y Clemente estaban haciendo el amor.

          Vamos a dejar el cuarto, dijo Clemente al día siguiente. Perdón, de verdad lo lamento mucho, no fue mi intención estaba demasiado borracho, incluso jamás me di cuenta de nada. Les pido que, si es por eso, no se vayan, yo no tengo ningún problema y además estoy muy a gusto con ustedes. (En mis treinta años jamás me había dado cruda como ese día). No Andrés, no es por eso, de cualquier manera, ya lo teníamos pensado. ¿Algo que pueda hacer para que se queden?, No de verdad. Has sido muy amable y te lo agradecemos, al igual que agradeceremos tu discreción. Reiteró: de verdad ya lo teníamos planeado, pregúntale a Carmen la otra noche se lo comentamos, pero queríamos ser nosotros quienes te lo dijéramos. ¿Cuál noche?, una noche que no estabas, fue un fin de semana que te fuiste a casa de tu mamá a una boda y ella vino a buscarte, pero no te preocupes nos quedamos todavía otra quincena, (a lo mejor me dijo eso al ver mi cara de angustia que puse). Nosotros te ayudamos a rentar el cuarto ¿Ya se habrían enterado de mi desempleo?

Pistear. Pistear. Tomar. Beber. Pistear. Tomar. No pensar. Emborraches.

Corolario I

Aeropuerto internacional de la Ciudad de México, son las cinco a eme, mi vuelo es el de las 6:45 a Los Ángeles. Llegué cuando aún estaba obscuro. Me acerco a los ventanales para ver el amanecer, veo mi reflejo en el vidrio el cual poco a poco se va disolviendo conforme amanece. Escucho una canción de Hello Seahorse por la radio, escucho el programa del Oso, es lo único bueno que hay por las mañanas. Todos tenemos una bestia por dentro que vive de nuestras lágrimas y fracasos, dice la canción. Se me viene a la mente –no sé por qué- que en algún lugar leí una frase donde un personaje veía lluvia caer por ríos de aire. Me tiro en el asiento y recargo la cabeza en el respaldo, cierro los ojos, escucho bullicios a mi alrededor, pienso en todo lo que me ha pasado últimamente, cúmulos de imágenes, sonidos y colores. Mis ojos te lo dicen todo, mi boca arrulla lo que siento, sabrás que es lo que pienso, con solo tocar mi piel. Acaba de llegar una familia a la sala de espera, se sentaron justo detrás de mí, el bullicio incrementa; cada vez dejo de escuchar la canción y atiendo más la polifonía a mi alrededor, Conrado es más ordenado y Clemente es un desastre, dijo una señora, esa descripción coincidía perfectamente con mis ex-inquilinos, a quienes había estado recordado en el curso de los últimos días, ¡Sería una gran casualidad verlos otra vez! Aún no volteaba, pero, si estaba en lo correcto, con esta gran coincidencia terminaría un gran ciclo para a mí. No quise esperar más y en ese momento me volteé poco a poco para confirmar lo que había escuchado y ahí estaban: Conrado y Clemente, de nuevo.

           ¿Qué cómo llegué aquí?

VI

Pinche Carmen, ¿Cuándo fuiste a pistear con mis inquilinos que no me dijiste? Cuando no me quisiste llevar a la boda del Frank, se quejó. No mames, ya habíamos hablado de eso, era solo un pinche boleto que el codo de Frank me dio y mi mamá lo conoce desde morrito (palabra que había adoptado de mis ex-inquilinos) y quería ir. También me dijo mi mamá que tu intención era irse ustedes dos solas y a mí que me llevara el diablo. Pues ya ves que no fue así, además de cuando acá me cuestionas sobre lo que hago, solo quería estar con tus inquilinos y ya. Mejor platícame ¿qué has hecho?, ¿ya tienes trabajo?, ¿Ya rentaste la habitación?, preguntó Carmen. Mejor tú cuéntame qué ha pasado en la agencia desde mi despido. Pues ya sabes Andrés, lo de siempre, batallando con el estúpido director de arte, es un snob, comenzó a imitarlo Carmen: ¿quiénes somos nosotros para decir si algo es arte o si algo tiene originalidad?, todo es subjetivo, pero yo elegiré con mi buen gusto los diseños finales. De seguro usa playeras de Bob esponja, dijo Andrés, ¿Cómo lo sabes?, rio, no es difícil saberlo todos son unos mugrosos hipsters. Oye, me he enterado de que Fernanda anda tras tus huesitos. Pues sí, todo comenzó desde el día que lloré en sus brazos. ¿No te ha pasado Carmen que haces cosas completamente ridículas y justo cuando las acabas de hacer te das cuenta de lo realmente estúpido que te ves en ese preciso momento? Pues así me pasó también hace quince días. Me invitaron a una reunión de egresados de Acatlán y fui. Me sentí como en el pasado, (no se que me está pesando, pero siento que me regreso a lo ya vivido). Casualidades de la vida, ahí estaba Fernanda frente a mi, claro con su nuevo pretendiente, pero no me importó y la saqué a bailar toda la noche, como en los viejos tiempos. ¿Tú bailando Andrés?, Carmen se burló. Pues sí, yo sí se bailar, le dije para dejarla callada, reímos los dos, ¡espera, espera, hasta te vas a sorprender! Deja te platico. Desde el día que me vio llorar me ha dejado mensajes en el Face, y hasta me invitó a una reunión con su familia, a la cual obvio no fui. El día de la reunión en Acatlán me dije, a ver cuánto sigues interesada chiquitita, bailamos y cuidé todos y cada uno de los detalles que son importantes para ella, recordé cada reclamo y observación que me hacía de novios y esa noche me lucí desbordando seducción. Cuando ella me agarró la nalga como antes, fingí un poco de embriaguez sin perder el estilo, para reponerme al sobresalto. Esto va en serio, me dije, pero ¿qué me está pasando? Estoy disfrutando y me estoy divirtiendo, pero ya no siento absolutamente nada por ella, pero algo dentro de mí me invitó a seguir adelante, como si lo hiciera con cualquier desconocida, incluso dentro de mi, para excitarme, me dije, eres es una desconocida, y ella siguió hasta el final, y pues yo también, hicimos el amor. ¡No te creo!, se me hace que la llevaste a su casa y te fuiste a dormir solo, contestó Carmen, ¿De verdad?, Sí de verdad, Carmen se sorprendió. Fíjate que durante nuestra relación de noviazgo tuvimos relaciones sexuales justo cuando ya nos íbamos a casar, a partir de ahí ella me dejó, ¿te acuerdas?, pues fíjate que ahora hice lo que debí haber hecho desde el primer día que la conocí, hacer el amor con ella. ¿Me quieres decir entonces que si hubieran tenido más relaciones sexuales su noviazgo se hubiera mantenido?, a lo mejor, contesté, a lo mejor no le gustó cómo lo hacía. Desde que soy más egoísta he crecido como ser humano, es bueno seguir tus consejos Carmen. ¿Eso crees?, me preguntó, pues sí, le intenté contestar, pero no sabía cómo… Pues en qué mal concepto me tienes Andrés, yo no te he enseñado a ser egoísta. Por qué no escribes lo que ha pasado en las últimas semanas, te caería muy bien Andrés, te tomaré la palabra Carmen. En cuanto al trabajo, fíjate que el güey de Quentucky, el relacionista, se portó súper buena onda conmigo: ¡me ofreció trabajo!, que bien Andrés me da mucho gusto, sí pero no lo voy a aceptar. ¿Cómo si andamos bien necesitados?, me replicó Carmen. Sí, ya se, pero me salió otra chamba mejor y adivina dónde y con quién. No sé Andrés, a ver… dame pistas… viejos amigos, ex-amores, Ogilvy. ¡No, ya sé! tu ex, María Fernanda. No, fue Manu, fíjate se va a ir a vivir a la India con su novio (menor a él), ¡y me quedaré en su puesto! ¡El mismo lunes entro y ya tengo ya agendado un viaje a Los Ángeles, ¡No mames Andrés! Muchas felicidades, me da mucho gusto, ya ves, y tu llorando con los mocos por fuera con Marifer y conmigo. Solo era cuestión de esperar, ¿Oye, y nos seguirás dando trabajo? ¿Seguiremos llevando nosotros la publicidad de la ONG? ¡Por su puesto que no! Ya me empezaré a vengar de Alejandro, Carmen soltó una carcajada, ya veremos, ya veremos, llegó la cuenta, ella sacó dinero, por mientras, sigo pagando yo, dijo, y nos despedimos.

Corolario II

¡Que gran casualidad! ¡Conrado y Clemente! Me levanté, seguía escuchando más palabras de aquella conversación ajena, tenía muchas ganas de saludarlos.  Frente a la señora se encontraban Clemente y Conrado entretenidos jugando cada uno con un ipod touch o algunas de esas chingaderas. En ese instante comenzaron a anunciar nuestro vuelo, todos se levantaron y comenzó el desorden en la sala. Me acerqué y exageré en mi saludo, que, en gran parte, sí tenía dejos de sinceridad, ¿Conrado cómo has estado? ¡Clemente! ¿Por qué no han ido a la casa? Observé que estaban un poco impactados (Sí, esa sería la palabra adecuada), sorprendidos, ellos jamás pensaron volverme a ver (recordé con una claridad casi fotográfica lo que había visto aquella noche). ¿Cómo les ha ido en su casa nueva?, ellos contestaron con monosílabos. Carmen ha preguntado por ustedes, nos la saludas, dijeron, y en ese momento mi curiosidad me traicionó, ¿Con quién viajan?, pregunté y me paré al lado de la señora con la que llegaron. Clemente tuvo la iniciativa, se puso muy chapeteado: Mamá, te presento a Andrés con el que vivíamos en la Ciudad de México, muy bien portado su hijo, le dije y la saludé, mucho gusto Beatriz Jáuregui, sonrió muy amable, ¡Qué gusto conocerlo joven! me hablaron muy bien de usted los gemelos. ¡¿Qué?! me dije incluso en voz alta. Mi mente comenzó a organizar todos mis recuerdos, y a buscar una aparente casualidad surgida de una confusión, pero no había error, eran hermanos.